La estación vacía, todos esperando el mismo tren.
Nadie quería reconocerlo,
llevábamos años poniendo excusas para estar allí:
hay quien decía que esperaba a un familiar,
hay quien decía que pasaba por allí,
que le cogía de camino a casa.
El concierto acaba. Se escuchan las pisadas de la gente sobre los vasos de plástico. Hay alguien que tose, algunos cantan los estribillos todavía. El bajista tiene los oídos taponados, la sensación durará varias horas. Una pareja de novios sabrán desde ese preciso momento cuál será su canción. Una mujer llegará a casa, se duchará y se pintará las uñas de los pies. Será el momento más feliz de su día. El chaval de la primera fila llenará su vida de música aterrado de los silencios entre canciones. Muchos volverán a la estación a esperar un tren que se retrasa demasiado porque quizá el destino ya no exista. Pero yo –por primera vez- me quedo aquí.
Y ahora.