martes, 12 de febrero de 2008

FERNANDO DE HERRERA

Yo siempre fui de Garcilaso. Pero no de las églogas: de los sonetos. El de Apolo y Dafne siempre me ha acompañado y se ha ido adaptando a mis circunstancias, desde los años de instituto hasta ayer mismo.

Iba a ponerlo aquí, pero se me ha cruzado otro soneto. Revisitando a Fernando de Herrera me topé con el primer soneto que abre su Algunas obras. Herrera es un hacha. Como diría mi amiga Gema (que, por cierto, hoy está de cumpleaños), fuá. Disfrútenlo.

Osé y temí; mas pudo la osadía

tanto, que desprecié el temor cobarde.

Subí a do el fuego más m' enciende y arde,

cuanto más la esperança se desvía.


Gasté en error la edad florida mía;

aora veo el daño, pero tarde;

que ya mal puede ser, qu' el seso guarde

a quien s' entrega ciego a su porfía.


Tal vez pruevo (mas, ¿qué me vale?) alçarme

del grave peso que mi cuello oprime;

aunque falta a la poca fuerça el hecho.


Sigo al fin mi furor, porque mudarme

no es onra ya, ni justo, que s' estime

tan mal de quien tan bien rindió su pecho.

2 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

Comparto la admiración por Herrera. Don Fernando ha sido tradicionalmente relegado por motivos no literarios: que si es un simple imitador, que si sus amores no son reales (amores reales, fuá). Herrera nos dejó decenas de versos memorables. Ya quisieran (quiséramos) muchos, ya... Yo, personalmente, me quedo con el "Do vas, do vas, do vas, crüel, refrena", que termina con aquel impresionante "i en lágrimas ardientes convertido".

Maletadelibros dijo...

Grande, grande Herrera, forjador de versos memorables. Ahora pienso que, salvando tan solo las distancias temporales, tenía con Juan Ramón dos peculiares lazos, de esos que solo los poetas grandes tienen: ambos procuraron cuidar hasta el extremo su obra, puliendo y puliendo; y ambos modificaron el sistema gráfico de la época para que representara la sonoridad de sus versos. A tal osadía sólo se atreven los cíclopes.