miércoles, 30 de junio de 2010

Debussy, Cabrera Infante y lo de siempre...

- Entonces mejor me voy yendo.

- Está bien –dice ella, y yo me bajo de la cama y comienzo a vestirme, impregnado del olor penetrante de Julieta. Cuando termino de ponerme la ropa la miro y veo que sigue aún en la cama: yacente, desnuda, corpus delicia.

- ¿Cuándo volvemos a vernos? –le pregunto queriendo decir otra cosa, claro.

- Oh –dice ella-, cuando tú quieras. Pero ¿sabes una cosa? Me gustaría oír el mar mientras hacemos el amor.

- Bueno –digo yo-, tendremos que buscar un lugar cerca de la costa.

Julieta parece contrariada.

- No, no es eso.

- Una playa entonces –le digo yo, recordando que ella colecciones crepúsculos y conchas.

- Pero ¡mira que eres tonto! –me dice-. Yo quiero decir El mar de Debussy.

- Ah –digo yo afectando una actitud de no asombrarme de lo que diga esta mujer asombrosa que no se asombra jamás.

- ¿No tienes quien te preste un tocadiscos? Nosotros no tenemos.

(…)

- Tal vez –le digo-. También necesitamos el disco de El mar.

- Claro –dice ella, como si fuera fácil. Olga Andreu se compró casualmente El mar no hace mucho, cuando estaba en su fase impresionista, impresionada por Debussy pero sobre todo por Ravel, pero no menciono a Ravel a Julieta para no provocar su deseo de fornicar oyendo El Bolero, con un coito secuencia, el movimiento repetido un crescendo por mi instrumento hasta alcanzar el orgasmo en un tutti.



Guillermo Cabrera Infante, La Habana para un infante difunto (1979)








Claude Debussy, La mer (1903-1905)

1 comentario:

Maletadelibros dijo...

Muy buena la cita de Cabrera Infante, muy propia de tu poética...