Escuchar el sonido del taladro que perfora mi muela. Cerrar los ojos. Tragar saliva. Notar la presión de los pechos de la doctora en mi cabeza. Dar gracias a Dios, a la genética y los azúcares por el empaste que ahora no puedo parar de tocarme con la lengua.
OJOS TRISTES
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En la cola del súper, esperando a que me pasen la compra, no puedo evitar
odiar a la mujer que tengo delante, tomándose su tiempo para llenar
lentamente su...
Hace 19 horas
1 comentario:
un empaste... y a la calle
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