Escuchar el sonido del taladro que perfora mi muela. Cerrar los ojos. Tragar saliva. Notar la presión de los pechos de la doctora en mi cabeza. Dar gracias a Dios, a la genética y los azúcares por el empaste que ahora no puedo parar de tocarme con la lengua.
José Óscar Lopez
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NUESTRO templo no era exactamente un templo.
Había allí miles de libros en vez de un solo libro,
innumerables creadores y creaturas
en vez de un sol...
Hace 5 semanas
1 comentario:
un empaste... y a la calle
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