He tardado seis meses en leerme el libro. Ahora vuelvo a cada esquinita que he doblado y creo que ha merecido la pena haberlo rumiado así. Claro, exhaustivo y directo es don José Antonio Marina. Extraordinario. Os dejo un buen puñado de fragmentos.
“Franz Kaffa, conmovedor maestro en miedos que me acompaña en este libro, lo dijo con precisión en una carta a Robert Klopstock: «No nos ahogamos por falta de oxígeno, sino por falta de capacidad en los pulmones».”
“Y creo que la vigencia de Albert Camus –y lo que hace de él a la vez un escritor anacrónico en una época de desaliento- reside en su rechazo de esta metafísica del desánimo y del deterioro. «Es preciso ser fuerte y feliz para ayudar a las gentes desdichadas», escribió en uno de sus cuadernos.”
“Hay miles de razones para la desesperación dada la finitud del ser humano, una conciencia desdichada que conoce que ha de morir. Pero nacemos lanzados hacia el futuro. El lóbulo límbico, nuestra inteligencia fogosa, empuja, sin más. Pero el córtex cerebral, nuestra inteligencia fría, reflexiona, calcula y anticipa. Entonces puede hacerse racionalmente pesimista. Baltasar Gracián, un hombre cauto y perspicaz, que no era precisamente la alegría de la huerta, escribió: «No deberíamos haber nacido, pero ya que hemos nacido no deberíamos morir».”
“Todo puede ser un peligro. Ese puede ser universal es lo que hizo decir a Kierkegaard: «La angustia es la conciencia de la posibilidad».”
“La verbalización de las preocupaciones amortigua el poder perturbador de las imágenes, incluso reduce los componentes fisiológicos de la angustia, como han demostrado Borkovec y colaboradores. Esta supresión del malestar produce una especie de adicción del angustiado a la verbalización de las preocupaciones. Lo que parece un remedio se convierte en un tóxico.”
“Estamos hablando de una angustia que tal vez deberíamos escuchar en vez de intentar eliminarla (…) Los grandes maestros espirituales encuentran en esta inquietud básica su gran impulso. Heidegger lo expuso con su estremecedora voz de oráculo: «En el siglo de la noche cósmica, es preciso que el abismo del mundo sea explorado y arrostrado. Mas para eso es menester que haya quien llegue al fon del abismo».”
“La eficacia del tratamiento para los ataques de pánico ha aumentado espectacularmente en los últimos años. (…) El uso de medicamentos sigue siendo útil, pero cada vez parece imponerse la mayor utilidad de los procedimientos basados en la exposición gradual a los desencadenantes, es decir, a la sensaciones corporales que producen el ataque, y a cambiar la manera de interpretarlos.”
“Ésta es una de las diferencias entre timidez y fobia social. Los tímidos, en muchas ocasiones, no se resignan a su timidez. Por eso hay muchas personas destacadas en profesiones con gran repercusión pública que se confiesan tímidas.
(…)Siendo muy joven, Jean-Paul Sartre escribió a una muchacha: «No he nacido con un carácter afortunado, salvo la inteligencia. Hay en mí un carácter de solterona, estúpidamente sentimental, asustadizo y blando. Esta tendencia tiende a reaparecer a cada instante y al suprimirla mantengo una actitud artificial. Nunca soy auténtico, pues siempre busco modificar, recrear. Nunca tendré la dicha de actuar con espontaneidad».”
“Es sorprendente que el prestigio de la libertad sea una creación europea. En otras culturas hay otros valores más apreciados: la paz, la justicia, la serenidad, la ausencia de miedo, la santidad. De hecho, también nosotros creemos que se debe limitar la libertad cuando están en peligro otros valores –mi derecho llega hasta donde llega el derecho de los otros-, pero no por eso dejamos de reconocer a la libertad un valor supremo. Los teólogos se dieron cuenta de la seriedad del problema al estudiar si Dios era libre o no. Un ser absolutamente bueno y absolutamente sabio ¿tendría posibilidad de elegir? Movido por su sabiduría y su bondad, ¿no tendría que elegir siempre lo mejor? Así las cosas, la libertad se convertía en una libertad para elegir el mal o en un fruto de la ignorancia. Platón hubiera suscrito esta idea.
(…) Respecto de la libertad y de la valentía podemos decir algo semejante. Son bienes formales, estructurales, que sólo alcanzan su perfección cuando se cargan de contenido valioso. Por esa razón le dije antes que la temeridad –un uso de los extremos viciosos de la valentía, según Aristóteles- es más apreciada que la cobardía: porque el temerario posee al menos esa valentía estructural. El terrorismo nos proporciona un ejemplo oportuno. Los asesinos de ETA, los causantes del horror del 11 de septiembre o del 11 de marzo ¿son valientes? Ya se sabe que los suyos los elogian como guerreros o gudaris. Incluso quienes los consideramos criminales hemos de reconocer que arriesgaron o sacrificaron sus vidas por sus creencias. Y si lo hicieron libremente, y no obnubilados por el odio o ebrios por la promesa del paraíso inmediato, poseen una valentía estructural, pero no ética. Por eso son dignos de admiración (estructural) y de desprecio (ético).”
“Es el coraje quien nos permite dar el salto de la razón al acto, por eso es el único creador e innovador. [Según Vladimir Jankélévitch] «El coraje elige en la noche, pero esa noche es el lugar de la revelación.» La opción es un paso a otro orden. Lo razonable, la cautelosa prudencia, es una virtud negativa, una vuelta a la inacción y a la inmovilidad, así la circunspección, palabra exacta porque indica que se está mirando alrededor, pero no al frente. El acto de valor se parece a la decisión brusca que toma el nadador cuando se lanza desde el trampolín. (…) «Nuestra valentía –dice Jankélévitch- es la valentía de la inseguridad, desafía la inseguridad de la materia, y apuesta por que la amenaza no se realizará. Es esta apuesta perdida con tanta frecuencia, lo que hace a la valentía fecunda y creadora, opuesta a la estéril quietud de la resignación, que no es más que una acomodación a la desesperación. El coraje construye su proyecto en la inquietud».”
“¿Cómo puede seguir corriendo cuando todos sus músculos le están diciendo que se tire al suelo? La acción esforzada, y no el análisis, nos descubre nuestros obstáculos naturales y «la necesidad que tiene el hombre de expandir su voluntad» [dice Blondel]. Como diría Spinoza, de ampliar su poder. Pero ese punto máximo de energía sólo se consigue transfiriendo a un deseo las energías desparramadas en otros. El desidioso, el que tiene muchos deseos, acaba en la indolencia. «Ceder a todos los deseos del niño –dice-, no molestar, no contrariarle, equivale a destruirle sistemáticamente, a hacerle incomprensible su propio deseo». ”
“El miedo nos impulsa a seguir sus dictados, a abandonarnos a su lógica. La valentía nos hace someter ese sentimiento a un juicio de la inteligencia. Y si algún valor fundamental está en riesgo, decide actuar a pesar del miedo. La valentía es, por lo tanto, un acto ético, no un mero mecanismo psicológico. Pertenece al campo de la personalidad. Un carácter miedoso puede dar a la luz una personalidad valerosa. De nuevo el misterio de la libertad.”
José Antonio Marina, Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía, Anagrama (2006)