domingo, 9 de mayo de 2010

El concierto de O'funk'illo

Ouch. El albero se me agolpa en las comisuras de la memoria. Me planta delante del Pepe Bao de hace nueve años. Descubre un aura que se mastica a codazos. Pero también te ha traído aquí delante. Y no sé cómo pero te ha despegado del suelo. Esos elásticos segundos de inercia me recuerdan el poema de Girondo que Mariaeloy recitó el otro día:


No sé, me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.


Que no sepan volar… El viernes estos andaluses (no tan) embrutesíos (los años pesan) se me metieron en las mismísimas entrañas –único lugar donde podrían haber llegado. Jefa, volé. Sí. Volé. Y no estaba solo.

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